EL PROYECTO de reforma tributaria del gobierno considera reducir a cero el arancel aduanero, hoy en 6% del valor de importación de las mercaderías procedentes del extranjero. De aprobarse la iniciativa, durante 2013 la tasa del arancel bajaría a 4%, para llegar a 2% en 2014 y disminuir hasta cero a contar del 1 de enero de 2015.
Se ha informado un impacto sobre la recaudación tributaria de sólo 83 millones de dólares en 2013, para alcanzar algo en torno a 500 millones de dólares entre 2015 y 2017. Aunque habrá alguna corrección al alza en el tipo de cambio real, el arancel cero evitará las “desviaciones de comercio” que permiten que se importen productos más caros, pero sujetos a un arancel menor por provenir de un país con tratado comercial, por lo que los importadores los prefieren. Asimismo, se favorecerán sectores productivos que hoy cancelan un arancel de 6%.
Los efectos mencionados, sin embargo, no dan cuenta de la trascendencia del anuncio, que viene a coronar un brillante esfuerzo, de décadas, para abrir la economía chilena al comercio internacional, creando así una de las condiciones más relevantes para potenciar su crecimiento. Desde una situación con muchas restricciones no arancelarias a las importaciones y aranceles aduaneros que llegaban al 100% en promedio con alta dispersión entre los productos afectados, el país eliminó las trabas paraarancelarias, redujo la dispersión arancelaria y rebajó hasta 10% el arancel promedio, antes de la crisis de 1982. Luego de algunos retrocesos por la crisis, los aranceles volvieron a reducirse hasta el 6% actual. En décadas recientes la apertura unilateral se complementó con numerosos tratados comerciales, profundizando la inserción de la economía chilena en los mercados mundiales.
Un arancel cero, sin otro tipo de restricciones a las importaciones, tiene repercusiones profundas sobre el funcionamiento de una economía. Desde luego, al no existir una protección general a la sustitución de importaciones ni a sectores específicos, la asignación de recursos entre sectores exportadores y sustituidores de importaciones optimiza el uso de los recursos productivos del país. La plena exposición de las industrias a la competencia externa las obliga a esforzarse por ser competitivas y a incorporar las mejores tecnologías y prácticas de gestión, lo que estimula la mayor productividad de la economía. Un aspecto menos considerado, pero posiblemente más relevante, es que el arancel cero quita sentido a esfuerzos de lobby para conseguir protección a sectores específicos, lo que baja el riesgo de invertir en el país y estimula la inversión, y concentra las energías empresariales en la gestión y el logro de eficiencia competitiva.
En las últimas tres décadas, el país acumuló un “exceso” de crecimiento respecto de América Latina de 40%. Este desempeño sería impensable sin las reformas arancelarias que se han registrado en ese período. La reducción a cero del arancel aduanero es una señal positiva, en cuanto expresa disposición a mantenerse en el camino de la buena asignación de recursos, de la sujeción a la competencia que provee el mundo, de la preferencia por reglas objetivas e impersonales frente a la discrecionalidad. Además, confirma la prioridad que tiene el crecimiento como vía para generar bienestar a la población y recursos para políticas públicas efectivas; y revela, de parte de la autoridad que la impulsa, una comprensión de los verdaderos determinantes de ese crecimiento económico.